EQUILIBRANDO: Alimento, Emociones y Espiritualidad

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EL ESTRES

El estrés es una palabra que usamos con mucha frecuencia pero es quizás uno de los términos que menos se entiende y que más confusión despierta.
Todo empezó hace varios miles de años, como una respuesta natural y fisiológica a una situación de peligro. Imagínate uno de los primeros cavernícolas, sentado en la puerta de su cueva, tranquilamente tomando el sol. De repente, ¡aparece un tigre! Ante esa amenaza de posible muerte, ese cavernícola solo podía reaccionar de dos posibles maneras: luchar contra el tigre o salir corriendo. Esta reacción, a lo largo de miles de años de evolución, se ha convertido en un instinto básico. Como cualquier instinto, desencadena una serie de reacciones fisiológicas en nuestro cuerpo.


Cómo se manifiesta el estrés
Ante esa situación de peligro, nuestro organismo «se pone en marcha» para gestionar su supervivencia y dicha reacción tiene un nombre: la activación del «Eje HPA». El eje HPA viene de las siglas en inglés para el hipotálamo, la glándula pituitaria y los suprarrenales. Este maravilloso mecanismo de supervivencia lleva a cabo una serie de acciones.
Primero, inhibe el riego sanguíneo al cerebro anterior, para dirigir más sangre al cerebro posterior. ¿Por qué? Porque nosotros usamos el cerebro anterior para pensar, y el posterior para reaccionar. ¿Qué es más importante cuando tienes un tigre delante, pensar o reaccionar? Lógicamente, reaccionar y tu cuerpo lo sabe, por eso el Eje HPA ejecuta ese proceso.

Segundo, inhibe el riego sanguíneo al aparato digestivo. El 30% de nuestra sangre se dedica a digerir nuestra comida, y para no terminar como comida del tigre, es mejor usar esa sangre donde hace falta para luchar o huir, en las extremidades.
Tercero, inhibe el funcionamiento de nuestro sistema inmunológico. Usamos una enorme cantidad de energía y recursos simplemente para luchar contra las bacterias y los «bichos» que están constantemente invadiendo nuestro cuerpo. Esa energía, en situaciones de emergencia, es mejor empleada luchando con el tigre.
 En resumen, el cuerpo de ese cavernícola se transformaba en cuestión de segundos para garantizar su supervivencia luchando o huyendo del peligro del tigre. Este maravilloso sistema ha garantizado nuestra supervivencia durante miles de años, entonces, ¿cuál es el problema? El problema básicamente es que estamos usando un mecanismo primitivo para intentar resolver problemas modernos ¡y no funciona!

Primer Problema de la Vida Moderna: el peligro ya no es real. Hoy en día, existen muy pocas situaciones en nuestras vidas que representen un peligro real de vida o muerte.
Segundo Problema de la Vida Moderna: el peligro es constante. Hoy en día, muchos de los «peligros» que tenemos duran mucho más tiempo, ¡incluso toda la vida! La letra de tu hipoteca, por ejemplo ¡es un peligro de 25 años! (o los que te queden por pagar). Cada vez que abres la carta del banco, se activa tu Eje HPA. Cada vez que piensas en la deuda de tu casa, se activa tu Eje HPA. Si tu jefe te encarga un informe un miércoles para presentarlo el lunes, tu eje HPA se activa durante todo ese tiempo. Esto significa que estamos usando un sistema desarrollado para cortos periodos de tiempo durante periodos largos, con consecuencias que resultan en lo que llamamos el «estrés».
¿Y que ocurre cuando tu Eje HPA se mantiene activo durante mucho tiempo? Pues si el riego sanguíneo a tu cerebro anterior es inhibido, se reduce tu capacidad cognitiva. Literalmente no puedes pensar con claridad. Te sientes bloqueado y no puedes pensar. ¡El estrés te hace tonto! Además, si tu aparato digestivo está siendo constantemente inhibido, terminas con úlceras, problemas digestivos, estreñimiento, sobrepeso, acidez, etc. Si tu sistema inmunológico es inhibido, enfermas con más frecuencia. Un resfriado te dura semanas en lugar de día. Una infección requiere cada vez más antibióticos en dosis cada vez más grandes. Si estás en tensión, porque tu Eje HPA te prepara para un peligro que nunca llega, sufres de contracturas, dolores y lesiones de espalda y de cuello.
Fuente: John Curtin

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