Creo que la raíz de esta confusión o sensación de incapacidad, es la visión parcial y disgregada que tenemos acerca de nuestro Ser. Reducimos la visión del cuerpo a una mera máquina y a la mente y a las emociones a un conjunto de redes, que normalmente están manipuladas por hormonas. Con esta visión poca responsabilidad recae en nuestras acciones, parece estar todo envuelto en el azar y sometido a los caprichos del destino.
Vivimos alejados de una visión que puede hacernos llegar a la conclusión de que muchas de nuestras acciones diarias, una de ellas nuestra alimentación, pueden constituir una herramienta eficaz y poderosa para lograr un buen estado de nuestras emociones aportándonos bienestar y vitalidad general.
Nuestro Ser completo está formado por un cuerpo físico, que no deberíamos ver como una simple máquina, sino dotarlo de un mayor propósito vital y verlo como nuestro vehículo para esta vida, nuestro mediador para poder interactuar con el mundo. En este vehículo diremos que van sentados en el asiento del conductor nuestra mente y en el asiento del copiloto nuestras emociones. Por encima de ellos, nuestra Conciencia. Los tres juntos forman nuestro Ser completo, aunque debemos de tener en cuenta que: “El todo suele ser mayor que la suma de sus partes y más, cuando hablamos de un ser humano”.
Separar el vehículo, del piloto y el copiloto, hasta el punto de no ver ninguna relación entre ellos, hace que la visión global y holística desaparezca y con ella la oportunidad de una nueva comprensión que logre la transmutación de lo que nos afecta. Para nuestra mente Occidental, al principio puede ser necesario analizar las necesidades de cada una de las partes, y posteriormente, establecer una relación entre ellas, para que tanto nuestro hemisferio derecho del cerebro, como el izquierdo, se queden satisfechos con el resultado (unimos así mente analítica con analógica, pensamiento oriental con occidental)
Nuestro vehículo de vida: El cuerpo físico, necesita de un combustible adecuado para funcionar de manera correcta. Si el combustible que le damos no es el adecuado, el vehículo dará signos de mal funcionamiento: tirará humo por el tubo de escape, se encenderán luces de avería o simplemente se parará…Entonces, ¿qué harán el piloto y el copiloto? No podrán llegar a su destino, sea el que sea, pudiendo esto ocasionar frustraciones, enfrentamientos entre ellos, enfado con el vehículo mismo, como ocurre con pilotos y copilotos en la vida real: Parece un cachondeo, ¿verdad?
Esta pequeña metáfora es necesaria para situarnos en un contexto en el que el cuerpo físico, juega un papel de suma importancia para el correcto estado y funcionamiento de nuestra mente y nuestras emociones, ya que constituye la base en la que estás se asientan.
El combustible para nuestro cuerpo es el alimento y el ejercicio físico regular. Meditemos entonces: ¿Qué estamos comiendo? Y sobre todo, ¿Sabemos cómo nos está afectando a nuestras emociones esta comida?
Nuestra dieta, a la que llamamos con orgullo dieta mediterránea o la dieta de: “yo como de todo soy una persona muy sana”, suele ser una dieta cargada de proteínas animales (utilizadas a diario e incluso varias veces), grasas de todas clases, con abundancia de saturadas, muchísimos lácteos y una variedad de harinas refinadas o azúcares rápidos.
Nada de esto tiene que ver con comer de todo y mucho menos con la dieta mediterránea que comían nuestros antepasados, ya que hoy en día, no existe.
Fuente: Rebeca H. Solves
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